Microrrelato del heroe cautivo


El heroe cayó en la trampa. El villano lo tenía en sus manos.

Sus lectores se sobrecogieron. ¿Qué sería capaz de hacerle?  ¿Qué podían hacer ellos para salvarle?

Avisaron a otros heroes y heroínas, pero ninguno estaba disponible para ayudarle. Todos estaban muy ocupados haciendo sus respectivas películas, videojuegos, cómics y libros.

¿Iban a quedarse parados?

No.

Los foros hirvieron. Las redes sociales se saturaron. Hubo reuniones en todas las ciudades del mundo para urdir un plan de acción. Se organizaron, se armaron con todo su valor, tomaron la calle, se manifestaron. Los más audaces se equiparon; los más influyentes movieron hilos. Los que no tenían nada, simplemente, unieron sus deseos de libertad para el cautivo. Una inmensa red de lectores cubrió el planeta para salvar a su heroe de las garras del villano.

Su guarida fue localizada. Todo un ejército de hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, ejecutivos, carpinteros, enfermeras, músicos, informáticos, abogados, camioneros, pintores, camareros... le rodearon. Algunos sacrificaron sus vidas, pero finalmente el villano nada pudo hacer contra ellos, su poder se redujo a nada, y no tuvo otra alternativa que liberarlo.

El mundo, por una vez, salvó a su heroe.

Este microrrelato se me ocurrió pensando en que porqué todas las historias de heroes son éstos los que salvan a mundo, y no al contrario...  No es un relato muy intenso, pues lo hice como microrelato (menos de 140 palabras, aunque aquí lo he extendido un poquito)  hace un año, pero bien trabajado podría funcionar.

Todos podemos ser heroes.
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Salir del túnel



Es curioso cómo a menudo recurro a la metáfora del tren para compararlo con la vida. Una vez que arranca se ven paisajes (las vidas de los demás), se ve a gente (a la que, aunque lleguemos a entablar algún tipo de contacto con ellos, no llegamos a conocer), y se visitan lugares (a los que vamos por algún motivo, trabajo, disfrute, familia...).
Un tren también nos hace pasar por estados de ánimo: las montañas son desequilibrios en la superficie de nuestra existencia, y cuando hemos de pasar por una de ellas, el túnel nos ciega, no podemos ver el horizonte, ni a otros viajeros, ni tan siquiera a nosotros mismos. Pero todo túnel tiene un final, y siempre, siempre, hay una salida, y la luz vuelve a mostrarnos el camino que, lo queramos o no, hemos de seguir.
A veces, al salir de un túnel, el paisaje ha cambiado. El cambio es necesario en ciertos momentos de nuestra vida. Se dejan atrás cosas y se encuentran otras nuevas. Hay que dejar pasar cuando llega el momento. Y hay que abrir el corazón a lo que se te presenta en esta nueva etapa de la vida.

Bienvenida, bienvenido, a mi tren. Hoy es el día 1 de mi nueva etapa. Gracias por acompañarme.
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